Dejemos que la gordofobia pase de moda, por favor

Está de moda hablar de inclusión. ¿Y cómo no? A todos nos gusta pensar que los días en los que discriminamos a alguien por como se ve o por como funciona su cuerpo quedaron atrás. Nos gusta sentir que evolucionamos y que “eso era antes, ahora ya no somos así”. Se siente bien poder decir que nosotros no somos, decimos o hacemos X o Y cosa que en el pasado era común. Porque, al final de eso se trata, ¿no? De evolucionar y convertirnos en mejores versiones de nosotros mismos y de juntos ir creando una sociedad en la que todos seamos “iguales”. Ese es el sueño utópico que nos gusta creer…

Tristemente, la realidad está muy (¡muy!) alejada de ese sueño utópico. A estas alturas, la palabra “inclusión” ha sido usada tantas veces que, a mi parecer, empieza a carecer de sentido. Como persona gorda, me toca ver marcas que se jactan de ser “inclusivas” mientras su oferta de tallas se limita a una talla XL (cuando en México el promedio es talla G). Me toca ver stylists o “influencers” reconocidos que han vivido en un cuerpo gordo burlarse en sus redes sociales de figuras públicas cuyo cuerpo es gordo y “no estético” — y peor aún, ver que sus seguidores les consuelen después de que el público les llamase la atención por sus “bromitas” de mal gusto (Si, estoy hablando de ti, Aldo Rendón. Do better!).

Veo que películas que usan los cuerpos gordos como disfraz y la gordura como un cuento con moraleja ganar premios (y ver a los actores que se disfrazan de gordos recibir premios y elogios, cuando los que vivimos en cuerpos gordos no recibimos más que burlas e insultos). Me toca que me digan que en México “si hay moda para gordxs” y que me enseñen las mismas 5 o 6 marcas (que por cierto, no hacen ropa que me quede) como razón válida de por que no debo comprar fast fashion o moda extranjera — y ojo, no digo que no haya oferta, digo que la oferta es escasa y de dificil acceso en comparación con la demanda. Me toca pedir que las marcas de amigxs o conocidxs me hagan ropa a la medida y que, aún con mis medidas en mano, la ropa y zapatos “hecha a mi medida” no me quede bien, porque en México es raro que sepan hacer ropa y zapatos para cuerpos gordos. Pero, ¡inclusión!

Vivimos en una sociedad gordofóbica pero no nos gusta que nos lo recuerden. No nos gusta que afrontar la realidad de que no hemos cambiado tanto como nos gustaría pensar — las ideas de nuestras abuelitas siguen más que vigentes, pero nos hemos acostumbrado a compartirlas de manera diferente. Hoy en día ya no me dicen que sea flaca para conseguir marido, me dicen que sea flaca “por salúd” (aunque nadie, absolutamente nadie, tiene la más remota idea de que tan sana estoy solo de verme. Que esto nos sirva como recordatorio de que el físico jamás es indicador veráz y confiable de la salud de nadie y que si piensas que lo es, tu creencia no está basada en ciencia, sino en prejuicios gordofobicos). Ahora me elogian por mi “autoestima” cuando uso prendas entalladas y me dicen que “no me visto como otras gordas”, como diciendo que soy una rareza porque no me da pena existir sin miedo en el cuerpo que tengo; como el no morir de vergüenza porque mi panza se note en mi ropa fuera una cualidad aplaudible y no algo que debería ser normal.

Y no, no todo está mal. Si hemos mejorado como industria y como sociedad. Hoy en día tenemos creadores de contenido, influencers, activistas, artistas, diseñadores y demás personas relacionadas a la industria creativa (porque casualmente, siempre son aquellos relacionados a la industria creativa los primeros en “abrir los ojos”) que alzan la voz en contra de un sistema que insiste en equiparar la delgadez con lo “bueno” y la gordura con lo “malo”. Cada vez hay más marcas que intentan agradar su oferta de tallas o revistas que intentan incluir cuerpos “diversos” en sus portadas. Intento, tras intento, tras intento. En eso se queda, en intentos de mostrar que nos alejamos del Heroin Chic de los 90s mientras que las modas dosmileras pensadas para cuerpos delgados arrasan las pasarelas y las redes sociales. Intentos bien intencionados, pero que parecen no tener fondo más allá de usar la “inclusión” como estrategia de marketing y no como un deseo real de incluir a quienes han sido excluidos por años.

Nuestra sociedad y nuestra industria están plagadas de creencias y actitudes gordofóbicas que están tan normalizadas que tachamos de loco, loca o loque a quien se atreva a llevar la contraria. Criticamos a los que alzan la voz y les llamamos resentidos o acomplejados (pues, si… tal vez un poco, pero ¿qué esperan cuando hemos pasado nuestras vidas siendo criticados? Eso no significa que no tengamos razón).

La solución es fácil y esta dentro de nuestro alcance: aprendamos a escuchar a quienes viven en cuerpos gordos. Incluyámos a personas gordas en nuestros círculos sociales, sigamos creadores de contenido, activistas e influencers gordos. Exijamos que la educación de moda incluya a los cuerpos gordos, no solo como alumnos o maestros, si no en el proceso; exijamos que nos enseñen a diseñar y crear para cuerpos con volumen. Pidamos que los medios, independientes o tradicionales, muestren cuerpos diversos en sus páginas y redes sociales. Cambiémos nuestra actitud; la gordofobia que plaga nuestra industria es problema de todos, no solo de los gordos.

Y otra cosa… Perdámosle el miedo a la palabra gordo. ¿Por qué usar eufemismos como “curvy” o “plus size” para referirnos a un cuerpo grande y con volumen cuando existe una palabra que significa justo eso? En una industria como la de la moda, que vive obsesionada con reinventarse para no “pasar de moda”, resulta ridículo que sigamos aferrándonos en ideas que debieron haber quedado en el olvido hace ya varias décadas. Ser gordo no es malo, ser gordofóbico si.