Aquí en América Latina es muy común escuchar que “los latinos no somos racistas, somos clasistas”. Lo decimos con un orgullo notorio, como si discriminar a alguien por su raza y por su clase social no fueran: A) ambas deplorables y B) dos caras de la misma moneda. Usamos este famoso clasismo como escudo cuando damos nuestra humilde opinión (aunque si somos honestos, nadie se cree eso de que su opinión realmente sea humilde — creemos que tenemos la razón y punto).
Si bien es cierto que en México y LatAm el racismo no se ve como se ve en países como Estados Unidos — en donde el odio y el miedo a quienes se ven, rezan o hablan un idioma diferente es abierto y se muestra sin tapujos — es imposible decir que los latinos desconocemos el racismo. El racismo que nosotros conocemos es distinto, mucho más dificil de encontrar porque se esconde bajo años de tradiciones, buen gusto y “buenas costumbres”. Nosotros aprendimos a romantizarlo — a esconderlo detrás de palabras que suenen menos agresivas y actitudes que parezcan menos dañinas — pero ojo, que no por parecer menos malo dejan de ser igual de nocivas. Nosotros aprendimos a juzgar a la gente en base a la clase social y económica de alguien (como si no fuera obvio que desde tiempos de la conquista Española, la gente de tez blanca estaba en posiciones de poder y la gente de tez morena pues… no).
Si razcamos un poquito en la superficie nos damos cuenta que tanto el racismo y el odio abierto como el clasismo y sus comportamientos más ocultos buscan hacer menos a alguien por condiciones que quedan fuera del alcance de alguien y que no definen de ninguna manera el carácter moral de alguien. “Así se les dice, ma. Nacos” ¿Cuántos no nos reímos de esta frase en Amarte Duele y cuántos de nosotros no usamos el meme de Ximena Sariñana cuando algo nos parece desagradable? ¿Cuántos de nosotros nos cuestionamos que es ser “naco” o por qué lo consideramos algo malo?
Se han de preguntar a qué viene todo esto, ¿no? Pues resulta que aún en 2023 no logramos entender que el buen gusto (que muchos entienden como la antítesis de lo “naco”) y la tan mencionada elegancia no son más que dos de las mil maneras en las que seguimos perpetuando los mismos estereotipos de belleza blanca y hegemónica que se nos impusieron hace siglos y que tanto daño han causado a nuestra comunidad y a la industria de la moda.
Durante la semana de la moda en Paris, afuera del desfile de Loewe, dos de las colombianas más famosas del mundo — Karol G y Nina García — se tomaron una foto que la editora de Elle US compartió en su Instagram celebrando los éxitos de la cantante y agradeciendole el poner el nombre de Colombia en alto ante el mundo. Los comentarios de la publicación se vieron rapidamente inundados por mensajes negativos sobre Karol G y su atuendo: un Naked Dress, sandalias con tacón de flor, bolso y lentes de sol de la marca anfitriona. “Esto es como ver a Carolina Herrera con una Kardashian”, “cuándo la vulgaridad está de moda y en la música. Vamos de mal en peor” y “Ese vestido está horrible, que falta de buen gusto” son solo algunos de los comentarios que destacaron de la publicación original — muchos exigían respeto a sus opiniones mientras ellos mismos olvidaban respetar a la cantante.
Los naked dresses no son cosa nueva. Llevamos décadas viendo a personas usarlos en alfombras rojas, ceremonias de premios, conciertos y más recientemente en street style. ¿Cuántas veces hemos visto a modelos como Kendall Jenner o Bella Hadid usar prendas transparentes que dejan poco a la imaginación? ¿Cuántos likes hemos regalado a la blogger y empresaria italiana Chiara Ferragni cada que usa alguna prenda con transparencias? ¿Acaso no hay miles que consideran a Hailey Bieber un icono de la moda por usar looks “arriesgados” que dejan ver su cuerpo? Y entonces… ¿cuál es la diferencia? ¿Por qué al ver a Karol G en un look similar nos parece algo de mal gusto?
¿La verdad..? La blanquitud y los estándares de belleza hegemónicos, que aún en 2023 nos hacen creer que un cuerpo delgado, de tez clara y sin curvas se ve “elegante” dejando poco a la imaginación en un naked dress y un cuerpo latino con curvas o alguien con un color de cabello “no natural” se ve vulgar en el mismo tipo de prenda. Sí, nuestro racismo interiorizado es lo que nos hace pensar que llamar elegante a una modelo delgada y de tez clara está bien cuando no tenemos problema alguno criticando a la cantante de Mañana Será Bonito por usar prendas similares.
“Pero yo no soy racista, ¡yo solo expresé mi opinión constructiva!”
Vamos a dejar algo claro, las opiniones que damos en los posts de redes sociales sobre personas que no conocemos (y que muy probablemente no leerán nuestros comentarios) rara vez son críticas constructivas. Más bien son el reflejo de la necesidad que muchos tenemos a veces de sentirnos mejor que la otra persona. No se trata de decir que yo (o que tú, o cualquiera) soy mejor que nadie; soy la primera en admitir que aún tengo ideas medio nocivas y que por más descontrucción que tenga y por más que cuestiono mis ideas preconcebidas aún quedan restos de esas creencias de lo que es tener buen gusto, ser bello, o ser elegante. A veces soy víctima de esas ideas dañinas que me han hecho creer que ser delgada, blanca y con facciones delicadas es la única manera de ser válida. La diferencia está en que he aprendido a cuestionarme porque pienso lo que pienso. ¿De dónde viene esa creencia? ¿Está basada en hechos o en opiniones (ya sean mías o de alguien más)?
“La blanquitud” va más allá de solo un color de piel no es fácil. Estos conceptos de belleza blanca son los que han llevado a mujeres que hoy consideramos bellas y elegantes (como Eiza González, Belinda y Bella Hadid) a someterse cirugías plásticas para cambiar su cuerpo y rostro de manera drástica. Y no, la cirugía plástica no tiene nada de malo. Si eso es lo que alguien necesita para sentirse bien consigo mismo, le deseo lo mejor. ¡Que su cirugía le quede divina! Aquí lo importante es preguntarnos ¿qué fue lo que llevó a Eiza querer cambiar su look de esa manera? ¿De dónde nació esa necesidad de verse “menos latina” o “menos étnica”? Y, en mi opinión, la más importante ¿por qué nuestra manera de referirnos y hablar de ellas cambió desde sus operaciones? ¿Por qué ahora son iconos de belleza, merecedoras de premios o de las modelos más conocidas de nuestra generación cuando su talento no fue lo que cambió? ¿Será acaso que cuando empezaron a parecerse más a este ideal de belleza eurocéntrico empezamos a verlas con una luz positiva y a apreciar todo el talento que ya tenían en vez de gastar nuestras energías en criticarles por no verse de cierta forma?
Este proceso es incomodo, ya que implica aceptar que nos hemos equivocado muchas veces y que lo que creemos y nos han enseñado no es del todo correcto; es un proceso que no nos va a gustar, pero es un proceso necesario si lo que queremos es verdaderamente aportar algo positivo y construir una mejor comunidad y una mejor industria de la moda. Deconstruir nuestras nociones clasistas y arraigadas en el racismo interiorizado implica enfrentarnos a las partes más desagradables de nosotros mismos y entender, aunque nos hemos equivocado, hay espacio para crecer y mejorar. Cuando alguien nos cuestione y señale estas actitudes o ideas, tomémoslo como una invitación a mejorar, no como una crítica a nuestra persona. En vez de responder con ataques personales, tal vez deberíamos estar abiertos al dialogo y a entender que podemos estar equivocados.
La realidad es que siempre habrán diferencias de opiniones y choques de ideas basadas en ignorancia y racismo, pero es responsabilidad de cada uno de nosotros cuestionar estas opiniones e ideas y entender por qué nos molesta que se nos cuestionen. Llegar a la causa raíz de nuestra incomodidad ante estos cuestionamientos es esencial para lograr convertirnos en mejores versiones de nosotros mismos y eventualmente formar parte de una mejor sociedad. Siglos de ideas clasistas no se borran con un artículo o un post en Instragram, pero por algo se empieza.