¿Qué tienen en común Sharpay Evans, Regina George y Carla Santini?
Todos sus personajes son una expresión de híper-feminidad y están marcados por una superficialidad malvada.
Parece ser que para Hollywood el rosa, los tacones y el lip gloss van de la mano con la manipulación, actitudes de diva y egocentrismo, ¿Cómo la belleza pasó de tener el poder de acabar con guerras como en los mitos griegos a ser un atributo vacío y superficial?
Dentro de la primera ola de feminismo (1920) la motivación principal era obtener el derecho al voto, sin embargo después de la Primera Guerra Mundial las mujeres iniciaron a desarrollarse en maquiladoras o trabajos etiquetados “para mujeres” como secretarias y enfermeras, también muchas mujeres optaron por una carrera doméstica criando sus hijos y haciéndose cargo de su casa, así fue como los estándares de la mujer volvieron a ser de grado doméstico y se alejaron del cargo de trabajo que desempeñaron en tiempos de guerra.
Cuando llega la Segunda Ola feminista uno de los objetivos era la independencia del hogar e inicia la separación de la feminidad del feminismo. Brassieres ardiendo en fuego y carteles con juegos de palabras en relación al maquillaje se volvieron los estandartes del feminismo de los 60s. Las características masculinas se empiezan a adoptar como un estándar con el fin de buscar la equidad y empezar a ver a las mujeres como personas y no solamente con su valor atribuido de feminidad.
Si algo sabe hacer Hollywood es imponer estereotipos y hacer que todo entre en una categoría, así que durante los años siguientes se dejó de ver a Marylin Monroe como una mujer icónica y nacieron expresiones como “Blondie” para hacer referencia a una mujer tonta y superficial.
Fruto de esto nace en los rom coms una mujer “deseable e ideal”, una mujer que bebe cerveza, le gusta el fútbol y es pésima en actividades asignadas a la idea de feminidad. Esta mujer demuestra no ser como las demás mujeres y constantemente busca desacreditar actividades que ella considera vacías sin embargo siempre conservándose en los parámetros de belleza.
Nace el estereotipo de “Not like the other girls”. Una demostración misógina creada por estudios de cine, la cual tiene sus principios en colocar atributos masculinos como lo único que contiene valor y es genuino. Una vez más cayendo en la idea de que la única forma de que una mujer sea agradable es pareciéndose a la idea de masculinidad, pero al mismo tiempo tiene que seguir los parámetros de belleza femenina, es decir, si una mujer delgada juega videojuegos es atractivo, si es gorda no se le presta atención y no es deseable.
Al crear a la “Not like the other girls” también se crea su antagonista: “Exactly like the other girls”. Mujeres atractivas, rubias, vestidas de rosa, prolijamente maquilladas y con personalidades bitchy. Estas mujeres solo se concentran en manipulaciones, hombres y compras y usualmente tienen un desarrollo de personaje nulo o en el cual la única manera en la que dejan su personalidad superficial es realizando actividades masculinas.
Un ejemplo de esto es Regina George, quién al final de la película es capaz de convertirse en un personaje bueno solo dejando atrás sus raíces femeninas y practicando deportes agresivos.
Toda esta idea del cine y la televisión de que existen solamente dos tipos de mujeres nos ha hecho sentir la necesidad de encontrar lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro y así ignorando que existe toda una gama de grises.
La satanización de la ultra-feminidad refuerza la idea de que las mujeres no pueden sentir interés en su apariencia o ser amantes del rosa sin que sea indicador de su malicia.
La feminidad y la inteligencia no tienen motivo para ser polos opuestos y es momento de empezar a ver personajes que sepan lo que quieren y trabajen por ello sin ser llamadas divas egocéntricas, o que cuiden su apariencia sin catalogarlas como superficiales. Queremos empezar a ver personajes tan multifacéticos y tridimensionales como las mujeres somos en la vida real. Queremos más Blair Waldorf, Elle Woods y Cher Horowitz.