En una industria donde se elaboran prendas en 7 minutos y encontramos novedades en tiendas digitales todos los días, ¿qué oportunidades tienen los textiles artesanales que tardan hasta 6 meses en elaborarse?
México es altamente distinguido por las técnicas textiles artesanales que se encuentran en el país, una de ellas es el deshilado, artesanía principalmente atribuida al estado de Aguascalientes, la cual, año con año, al igual que muchas otras tradiciones textiles, va desapareciendo.
El día de hoy te comparto la historia, importancia y el contexto actual de esta técnica, para reflexionar sobre el lugar de la artesanía en un mundo de consumo híper rápido.
El deshilado es una técnica que consta de remover hilos de una tela para generar una rejilla sobre la que posteriormente se bordan delicados diseños, obteniendo como resultado elegantes piezas que pueden formar parte de artículos para el hogar y prendas de vestir; se realizan sobre todo en telas finas de algodón, lo que las hace ideales para ropa fresca de primavera-verano.
En todas las tradiciones de Aguascalientes es muy característica la influencia europea, el deshilado no es la excepción, ya que esta técnica fue traída por franceses e italianos que llegaron al estado en 1884 por la industria ferrocarrilera.
La transmisión del conocimiento de esta técnica se da de forma generacional, de abuelas a madres, de madres a hijas, las artesanas comparten que comienzan a aprender la técnica desde edades tan tempranas como 9 o 12 años.
Si bien Aguascalientes es nombrada “la cuna del deshilado”, esta técnica también está presente en otras partes del país como Zacatecas y Jalisco, así como, en otras regiones de Latinoamérica, por ejemplo, en Cartago, Colombia.
Desde su llegada hasta nuestros tiempos, la práctica del deshilado ha ido evolucionando conforme se han dado cambios en la industria de la moda en nuestro país. El año de 1930 fue la década de mayor apogeo para el deshilado; sin embargo, en los años 80 llegó a su declive por la saturación de talleres y la falta de innovación en el diseño frente a nuevas tendencias globales.
Desde entonces año con año va decayendo su consumo y producción, pero al ser patrimonio tradicional, diversas instituciones crean proyectos para intentar mantenerla viva, uno de estos es la creación de concursos, por ejemplo “Deshilarte”, proyecto llevado a cabo por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y el patronato de la Feria Nacional de San Marcos, el cual, en su edición del 2017 contó con la participación de 19 diseñadores que en colaboración con artesanas crearon 1 outfit con prendas deshiladas, en esa ocasión fue ganadora la diseñadora Lorena Morales García, quien a su vez es creadora de la marca Kóatlan, la cual justamente se especializa en la creación de prendas deshiladas creadas para un mercado joven.
En los años 2018 y 2019, las ganadoras de “Deshilarte” fueron Jessica Patricia Saldaña Ávalos y Brenda González Valdivia, quienes trabajaron con la artesana Sara Ruíz, su outfit ganador en el último año fue integrado por tres piezas modernas en color negro.
Lo que destaca de este concurso es que los ganadores reciben un premio económico, el cual corresponde en un 50% a la artesana que colaboró en el proceso y también que la diversidad de diseñadores hace posible la exploración de nuevas posibilidades en el deshilado, llevándolo a prendas de diferentes guardarropas en variedad de estilos.
Ahora bien, las múltiples iniciativas que buscan rescatar al deshilado tienen la desventaja de que generan poco impacto mediático y son abandonadas cuando cambian los delegados de las instituciones que las crean.
Ante esto, ¿por qué debería importarnos mantener una tradición como el deshilado?
La historia del deshilado tiene como protagonistas a las mujeres, que han encontrado en este trabajo artesanal una forma para sacar adelante a sus familias, a la vez de que como cualquier otro trabajo artesanal, el deshilado está cargado de símbolos que han sido diseñados por las artesanas para representar su entorno y expresar su cosmovisión, volviendo este arte, en una especie de terapia y meditación.
Acercarnos a las prendas artesanales como consumidores, es adentrarnos puramente al slow fashion, donde cada pieza está elaborada con intención, va cargada de identidad y nos proporciona la capacidad de tener una relación más consciente con nuestra vestimenta y forma de expresión.